¿La última extinción masiva?

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Las extinciones masivas han sido eventos que han marcado un antes y un después en la historia de la Tierra. En gran parte, esto es debido a que la Tierra es el único planeta que conocemos que albergue vida.

Por lo tanto, las extinciones son hitos que conllevan una gran pérdida de biodiversidad en nuestro planeta y que normalmente, son el límite entre un eón, periodo u era de la historia geológica terrestre.

Ha habido numerosas extinciones masivas debido a diversos sucesos que han tenido lugar en la historia de la Tierra. Una de las más conocidas es la extinción del Cretácico Superior hace 66 millones de años. Es decir, la famosa extinción de los dinosaurios y del 75% de la biodiversidad mundial a causa de un meteorito de 10km de longitud que conformó el fin de la Era del Mesozoico y el inicio de la era Cenozoica.

Sin embargo, la extinción de los dinosaurios no ha sido la más grande de todos los tiempos. El límite entre el Pérmico y el Triásico viene marcada por la “Gran Mortandad”, hace unos 250 millones de años. En ella, desaparecieron más del 85% de las especies que en aquel momento albergaba nuestro planeta. Numerosos árboles filogenéticos de multitud de géneros y familias taxonómicas quedaron cercenados a una pequeña población de especies, que tardó muchos millones de años en recuperar la biodiversidad que la Tierra había albergado en antaño.

Es con este panorama de desolación y de muerte con el que las extinciones masivas hacen su aparición en la historia de nuestro planeta.

Aunque parezca algo muy lejano y difuso, el peligro de una extinción masiva está a la orden del día. Debido a la quema de combustibles fósiles, estamos provocando un efecto invernadero desmesurado, que podría acabar en la sexta e incluso una de las mayores extinciones masivas de la historia de la Tierra.

Sin embargo, cuando realizamos esta afirmación se nos vienen numerosas preguntas a la cabeza. En primer lugar, ¿Qué es el efecto invernadero? ¿Por qué puede producir extinciones masivas?… ¿Acaso es que hay alguna extinción masiva que haya sido producida ya en el pasado por este tipo de fenomenología?

Empecemos respondiendo a la última de nuestras preguntas. La respuesta es rotundamente sí. Y lo que es más, no fue hace solo cientos o miles de millones de años, sino que es algo que ocurrió hace tan solo unos pocos millones de años. Este tiempo que ha transcurrido aunque parezca muy lejano, en geología, es un auténtico “suspiro”. Es decir, es algo que tenemos muy reciente, geológicamente hablando. Pareciera como si la Tierra nos estuviera avisando a través de la ciencia y de su historia, del fatal acontecimiento que se cierne sobre nosotros en el caso de que no tomemos medidas.

La última extinción masiva se produjo hace unos 55,8 millones de años, en el límite entre los periodos del Paleoceno y el Eoceno. La causa de dicha extinción fue la llamada PETM. También conocido como Máximo térmico del Paleoceno Superior. Fue un periodo de unos 20.000 años en los que se produjo un efecto invernadero y por consiguiente, un cambio climático desmesurado que hizo que algunas especies de nuestro planeta desaparecieran.

El efecto invernadero es un fenómeno que se asocia al incremento de gases en la troposfera terrestre (capa de la atmósfera en la que nosotros vivimos). Este incremento hace que los rayos lumínicos provenientes del Sol no puedan liberarse hacia altas capas de la atmósfera, lo que favorece un incremento de temperatura, subidas del nivel del mar y un cambio climático desmesurado.

Volviendo a la última extinción masiva que se produjo en la faz de la Tierra, la temperatura aumentó unos 6 grados en esos 20.000 años. En gran parte, dicho aumento se debió a la liberación de gases de efecto invernadero como el metano y el dióxido carbono. Este hecho fue producido por las erupciones volcánicas de aquellos tiempos y por la liberación de gases con alto contenido en carbono por parte de numerosos sedimentos marinos durante ese periodo de tiempo.

Las consecuencias que llegaron a causa del aumento de la temperatura fueron totalmente destructivas y devastadoras para algunas regiones y especies de nuestro planeta. El incremento de la temperatura provocó la fusión de hielo y como consecuencia, el aumento del nivel del mar. La disolución de un mayor porcentaje de dióxido de carbono en los mares y océanos. La liberación de gases de efecto invernadero que se encontraban debajo de las zonas heladas y con ello, una retroalimentación de carácter positivo de este fenómeno. Y como no, todas estas consecuencias provocaron la desaparición de miles y miles de especies de seres vivos.

De hecho, las pruebas en las que los científicos nos basamos para afirmar con tal rotundidad que hace 56 millones de años se produjo un efecto invernadero desmesurado, no es por capricho.

Una de las pruebas más sólidas que nos aporta dicha información han sido los propios fósiles de los seres vivos que se extinguieron en dichos periodos encontrados en cuencas sedimentarias.

Gracias a los fósiles, podemos saber las consecuencias que acarreó sobre la fauna y flora dicho calentamiento global.

En primer lugar, se produjo una extinción del 35 al 50% de los foraminíferos bentónicos en un lapso de 1000 años. Dicha desaparición de los foraminíferos fue incluso mayor en relación a la que tuvo lugar en la extinción de los dinosaurios hace 10 millones de años antes. Estos organismos son bacterias que realizan su ciclo vital en rocas sedimentarias. De hecho, estos seres son especialmente importantes en la diferenciación de los diferentes tiempos geológicos.

Por otro lado, el aumento de las temperaturas conllevó a la desaparición de gran parte de los corales y plancton de los mares y océanos. El plancton son organismos microscópicos que viven en todos los mares y océanos de nuestro planeta. Son vitales, ya que vertebran el ecosistema marino pues son los que ocupan el papel de productores en los océanos. Son muy frágiles a los aumentos de la temperatura, y si esta incrementa y desaparece el plancton, puede ocasionar la desaparición de numerosas especies animales que se alimentan directa o indirectamente de estos organismos tan preciados. De hecho, los seres marinos que se extinguieron en zonas regionales fueron debido a la desaparición de dicho plancton.

Es cierto que, aunque sí que fue una extinción masiva, no afectó a tantas especies como las extinciones del Cretácico o del Pérmico.

Sin embargo, se nos olvida un aspecto fundamental y es que dicho calentamiento global duró unos 20.000 años.

Es decir, fue un efecto invernadero desmesurado en comparación con algunos que anteriormente, habían durado millones de años. Sin embargo, el calentamiento global que  está siendo producido a causa de la acción antropogénica, está transcurriendo 400 veces más rápido que el producido a principios del Eoceno (que ya se considera muy rápido).

Es decir, estamos llegando en 50 años a niveles que a la Tierra, por sí sola, le costó llegar miles y miles de años.

Si ya se provocó, debido al efecto invernadero desmesurado de 20.000 años del Paleoceno Superior, la extinción de miles y miles de especies, imaginémonos la auténtica catástrofe natural y la brutal pérdida de la biodiversidad que se puede llevar a cabo por un calentamiento global producido 400 veces más rápido.

Según algunos estudios de prestigiosas revistas científicas como Nature o Science, si seguimos a este nivel de emisiones de gases de efecto invernadero, se podría producir una extinción mastodóntica e incluso mayor que las más grandes extinciones masivas (como las del Cretácico o Pérmico) que se han producido a lo largo de la historia de la Tierra.

Es decir, si seguimos de esta manera, vamos a producir la extinción más grande que se conoce en el universo de la vida.

La Tierra es un planeta único y lleno de biodiversidad y de vida. Tenemos dos opciones.

La primera es no hacer nada y que esta singularidad, este paraíso y este sitio único en la grandeza del universo se convierta en un infierno desolador, destruyendo así toda la biodiversidad que, como diría el gran divulgador científico Carl Sagan de la mítica serie de Cosmos, alberga “este pálido y pequeño punto azul en la inmensidad del universo”.

O bien, despertar, aprender del pasado y de la ciencia y ponerse manos a la obra para frenar este cambio climático y así no pasar a la historia de la Tierra y del universo como la especie que logró destruir la biodiversidad de un sitio irrepetible.

Podemos escoger un camino u otro, pero ya no hay más tiempo. O nos ponemos a trabajar desde este preciso instante o acabaremos con el tesoro y con la joya más preciada del universo que es la vida. No tenemos otro planeta, no tenemos otra casa, no hay más sitios en la inmensidad del universo a los que podamos ir.

Es el juego cósmico, es nuestro destino y es la última llamada que nos hace Gaia,  para proteger nuestro tesoro que es la biodiversidad, para defender la única forma que tiene el universo de conocer la existencia, del mismo, LA VIDA.

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